Dentro de su profusa producción es conocida la tendencia a la dispersión de Joann Sfarr en algunos de sus trabajos. Pero de vez en cuando, aunque solo sea por una cuestión estadística, todo encaja a la perfección y sale un álbum tan redondo como estos dragones de París.
Un poco de esencia de Pequeño Vampiro. Otros toques de la mazmorra. Otra parte original, claro.
Y, por supuesto, dando sentido a todo, un Tony Sandoval que ya ha hecho su sello de identidad conseguir sacar la belleza dentro de lo grotesco. Un estilo que es simplemente perfecto para la esperpéntica trama repleta de humor y burlescos diálogos.
Si habías perdido la fe en Sfarr, quizá esta sea una buena oportunidad para reengancharte a su universo.
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