Después de finalizar la lectura de Kick-Ass, la historia original, pensar en una continuación me parecía algo tan innecesario como inevitable. La historia estaba bien tal y como nos la habían contado, pero al mismo tiempo sabíamos que el tremendo éxito de la misma, y las jugosas ventas que una segunda entrega aventuraba, convertían en solo una cuestión de tiempo la salida de una secuela.
Y aquí está. La segunda parte de Kick-Ass es una realidad.
En mi cabeza, si había una posible continuación que pudiera aportar algo más a la vez de ser coherente con lo que se nos contó en la primera parte, es esta que nos cuenta Millar. O cuando menos, en su primera parte, porque el tramo final repite un poco los esquemas de ultraviolencia ya vistos en gran parte del primer tomo, que aportan de su dosis de acción desenfrenada pero que no aportaban nada novedoso a la experiencia lectora.
Por esto, sin duda, la parte que más disfruté en este KA2 fue la primera, con la evolución natural de Lizewski y con un periodo de reflexión para Mindy, obligada por razones familiares. De hecho, no me habría importado que toda la trama siguiera por este lado, pero la entrada en escena de Red-Mist, bautizado como el hijoputa para la ocasión, con su espectacular guardaespaldas Madre Rusia, devuelve a Kick-Ass a sus orígenes de acción y violencia extrema.
Una segunda parte que sabrá satisfacer por igual a los lectores que llegan buscando su dosis de acción mensual y a aquellos que buscan entre líneas el lado más paródico y mordaz de Millar.
Por cierto, Romita Jr. sigue como encargado de la parte gráfica, aunque tal y como está de cargada su agenda en los últimos tiempos, me pregunto si la serie habría ganado más con un cambio de dibujante. ¿Quién sabe? A lo mejor es una pregunta que tendrá su respuesta en Kick-Ass 3.
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