
Gibrat es uno de esos pecados confesables. Difícil no caer rendido ante el  despliegue gráfico de este autor. Lo hice con el tomo uno de Mattéo y con  placer repito para la segunda entrega.
Poco más se puede decir sobre la obra que no haya dicho en el primer tomo. Lo único que resta es dejarse llevar por las preciosas acuarelas con las que Gibrat nos relata las nuevas aventuras de Mattéo. De la guerra de las trincheras, al frío invernal de Petrogrado. De moribundo soldado a fotografo de la revolución. ¿Dónde acabarán las aventuras de nuestro protagonista? Solo Gibrat lo sabe. Esperemos que siga compartiéndolo con todos nosotros.
Poco más se puede decir sobre la obra que no haya dicho en el primer tomo. Lo único que resta es dejarse llevar por las preciosas acuarelas con las que Gibrat nos relata las nuevas aventuras de Mattéo. De la guerra de las trincheras, al frío invernal de Petrogrado. De moribundo soldado a fotografo de la revolución. ¿Dónde acabarán las aventuras de nuestro protagonista? Solo Gibrat lo sabe. Esperemos que siga compartiéndolo con todos nosotros.
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