Más que hablar de una adaptación de la inmortal novela de Cervantes, en el caso que nos ocupa creo que tendríamos que hablar de una obra inspirada por la esencia del clásico. Porque lo que hace Flix es coger el espíritu de la novela original para crear su propia obra. Una historia entendible en clave de humor, donde el Quijano protagonista es un anciano que ve como la tarea de salvar a su pueblo Tobosow de las redes de una empresa que pretende expropiar las tierras de los vecinos para realizar sus negocios especulativos. Con la única ayuda de su nieto Robin, un trasmutando Sancho Pancha fan a muerte de El señor de la noche, y de su corcel Rocinante, un destartalada bicicleta, el Quijano de Flix se peleará contra gigantes y molinos con tal de ver la salvación de su Tobosow y de esta manera tener el reconocimiento de su amada gata Dulcinea.
Extraña mezcla la que nos propone Flix pero que una vez puesta en escena funciona a las mil maravillas. Además, Flix tiene tiempo para compaginar su particular homenaje a Cervantes, con una sutil puesta en escena de temas muy de actualidad, como son los pelotazos inmobiliarios, la soledad de la tercera edad, la educación de los más jóvenes. Especialmente acertada me parece su defensa del cómic, con esa escena final donde el protagonista, en un ejercicio de metacómic, nos recuerda que los cómics son eso, simplemente cómics, otra opción más de ocio.
Esta modernización del Quijote se descubre con una lectura fresca, sin complejos y que nos hará pasar un gran rato, tanto si la abordamos como una lectura independiente como si lo hacemos de una manera referencial al Quijote clásico.
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