Con unas tramas autoconclusivas deudoras del formato revista de la época en que esta obra fue serializada originalmente, hace ya cinco décadas, que no destacan precisamente por lo elaboradas de las mismas, toda la magia y brillantez viene por la esquizofrénica ensalada mental que produce ver a Dolmann, científico a la para que ventrílocuo, manejar a cada uno de sus robots, dotándoles de personalidad y voz y haciéndolos discutir entre ellos como si cada uno fuera un personaje independiente y no salieran todos de la mente del propio Dolman.
Elasto. Topo. Togo. Arlequín. Raider. Cada uno con sus propios poderes y controlados por Dolmann a voluntad
Da igual cuál es el caso que toque resolver. Ya sea una amenaza de terrorismo internacional o una banda de moteros que aterrorizan a los niños de un parque. Lo importante es ver cuáles son los elegidos para la misión y la manera en que cobran vida con la voz de Dolmann.
Serie que te gana por la falta de pretensiones más allá del puro entretenimiento pulp y a la que, después del desconcierto inicial, le vas cogiendo cariño misión a misión.
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