Durante muchos años el reino estuvo en guerra y su paisaje arrasado, hasta que apareció el autoproclamado rey Ned. El rey pacificó el territorio, llegando a un acuerdo con los señores feudales, pero no sin coste. Y así, como suele pasar en estos casos, fueron los vasallos los que tuvieron que pagar el mismo, recibiendo a cambio las migajas de la mesa de su señor.
Un día, al reino llegaron tres caballeros.
El primero de ellos era un guerrero. A pesar de no llevar demasiados años a sus espaldas, sus hazañas habían sido tales y de tal arrojo que su nombre ya sonaba en las trovas de los juglares. Suya era la fuerza y suya también la arrogancia de la juventud.
El segundo era un mago. Su bagaje como caballero era aun mas escaso, pero en las cortes occidentales su nombre era sinónimo de talento. Su dominio de la magia iba parejo a sus conocimientos arcanos... y a sus gustos refinados. Suyo era el talento, mas suya era también la semilla de la indolencia.
El tercero era un héroe, curtido por los años y el camino. A lo largo de su historia, por aquellas tierras habían pasado muchos hombres: guerreros, mercaderes, mercenarios y magos de distintos talentos. Pero tan solo tres o cuatro héroes. Este era uno de ellos.
Los tres se presentaron en la corte del rey Ned y se pusieron a su disposición.
El Rey Ned los convenció que un reino se hace grande con el esfuerzo de sus súbditos. La gente, esperanzada al principio, se fue desengañado al ver cual era el papel real que el rey les había encargado: cobradores de sus impuestos.
El tiempo pasó y los caballeros vagaron y vagaron.
El guerrero se gustó a si mismo y la edad y la arrogancia arruinaron su porte. Aún tenía su fuerte brazo, pero gustaba exhibirlo más en fanfarronadas que en verdaderas cuitas. Y así, su estrella se empaño.
El mago siempre fue dado a gustos caros y refinados y a mediada que su erario se enriquecía con la dádivas del Rey Ned, contrató a otros para que vagaran en su nombre llevando a cabo sus tareas, mientras el supervisaba las operaciones desde su cada vez más alta torre. Y así, su estrella se corrompió.
El héroe fue el peor parado de los tres. A medida que su fama iba creciendo, Ned llego a considerarle como una amenaza. Y no dudo, mientras le enviaba a misiones cada vez más descabelladas, en contratar asesinos para eliminarle. El héroe vagó errante de un lado a otro, luchando contra fantasmas, sometido a la tiranía del rey. Finalmente, agotó sus fuerzas y cayó. Su estrella palideció pero no se apagó, ya que nunca fue olvidado.
Llego el invierno y luego la primavera y de nuevo el invierno. Otros señores, descontentos con el Rey Ned, se confabularon para derrotarlo. El rey se acordó entonces de los tres caballeros pero ya ninguno de ellos era un caballero. Cuando llegó nuevamente la primavera, las llanuras volvían a estar en llamas y la guerra, extendida por el reino que nunca fue un reino. El resultado fue el de siempre: la hambruna.
No pasa día sin que lleguen noticias de nuevas escaramuzas o se observe en el cielo el humo procedente de algún incendio; ni noche en la que no se escuche el llanto, los sonidos de las armas o, en el mejor de los casos, el silencio.
La gente aún llora la muerte del héroe.
Y aquí permanecemos.
M
1 comentario:
Yo, desde que Panini publica cómics en grapa con papel de fumar también pasé de comprar cómics en ese formato. Me costó tomar la decision porque seguía varias series que me gustaban, pero es que me jodía gastarme el dinero en algo que con solo tocarlo se queda como un acordeón. Desde ahora sólo compro tomos.
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