Hace veinte años, Frederik Peeters sacudió la escena comiquera con su obra Píldora azules, un trabajo que indudablemente marcó un punto de inflexión en el mercado del cómic. En ella, el autor se desnudaba emocionalmente para relatarnos relación con su novia seropositiva y su hijo de tres años.
Dos décadas después y tras transitar con éxito terrenos dispares como la ciencia ficción o el western, Peeters vuelve a ese relato de tintes autobiográficos aunque en este caso abandona el testimonio en primera persona y crea un avatar, el Oleg del título, que le sirve como perfecto narrador para crear una historia donde realidad y ficción se alternan para dar salida a las inquietudes del Peeters autor y el Peeters persona, amante y padre de familia.
Una vuelta de tuerca más a la historia de Píldoras azules se me antojaba como totalmente innecesaria, pero con este juego de ambigüedad creado por Peeters y extendiendo lo propuesto por la obra original, Oleg cobra la fuerza y el interés necesario para funcionar como obra independiente y como cariñoso epílogo a Píldoras azules.
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