Después de poner voz a las problemáticas de toda una generación de jóvenes bien preparados pero malamente recompensados, con sus anteriores cómics, Un trabajo de verdad, Todo va bien, Berlín 2.0, Alberto Madrigal, con una evolución natural en su crónica generacional aborda en este trabajo el cambio vital que supone tener un hijo en cualquier ámbito laboral pero muy especialmente en todos aquellos que trabajan de manera independiente y tienen en su propia vivienda el espacio de trabajo.
Madrigal nos abre su alma y no habla sobre los miedos, dudas e incertidumbres de ser un padre primerizo y en ese sentido la historia funciona perfectamente. Pero la parte que más me enganchó y que me parece más enriquecedora es aquella en la que el autor nos habla de su proceso creativo, de las incertidumbres que rodean a todos esos ilustradores y dibujantes de cómics que nunca saben cuando va a llegar el siguiente trabajo y como esta situación influye directamente con la estabilidad que la figura de la paternidad requiere.
Un cómic honesto que habla de la paternidad por partida doble, tanto en la vida real como en la vida creativa y que nos permite, a todos aquellos que solo tenemos acceso al producto final, una entrada al detrás de las escenas del proceso creativo, siempre lleno de incertidumbres, luces y sombras.
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