Olivier Schrauwen ya me tiene ganado para la causa desde el momento en que quita todo tipo de pretensiones a este trabajo y confiesa que lo único que quiso hacer es trasladar al lenguaje de la viñeta un domingo de procrastinación de un protagonista que es su primo, pero que podría ser otro cualquiera, testeando en este proceso los limites de lenguaje de las viñetas.
Reflejar el pensamiento de un protagonista en la dura tarea de no hacer nada y dejar un día pasar no es tarea fácil y así, a bote pronto, parece una premisa que difícilmente pueda captar nuestra atención, más aún si tenemos en cuenta que hablamos de un libro de casi 500 páginas.
La magia surge cuando Schrauwen lo consigue y ahí nos tiene, pendientes de los quehaceres de nuestro protagonista y del exiguo grupo de amigos con el que podría llegar a interactuar ese día.
Un despliegue de recursos narrativos que escapa del previsible monólogo interior para atraparnos con diversas líneas temporales, espacios, ritmos narrativos, páginas que saltan en el tiempo, tramas paralelas y una capacidad de ir de lo banal y lo intrascendente a las reflexiones más profundas.
Podría entender por igual a aquel que encuentre en este cómic la propuesta del año como al que piense que esto es un aerostato lleno de pretensiones a punto de estallar. Permitid al librero que elija la equidistancia.
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