lunes, junio 20, 2016

Chiisakobee



A primera vista, la trama de Chiisakobee  tiene todas las papeletas para ser el guión de uno de esos melodramas de sobremesa propicios para ejercer el derecho de la siesta.

Todo parte de la decisión de nuestro joven protagonista quien después de una largar ausencia en el hogar materno y motivado por una tragedia familiar decide tomar y continuar con el legado de la empresa de la familia; una carpintería tradicional enfocada a la construcción. Para echarle una mano en la tarea, contrata a Ritsu, una amiga de la infancia quien bajo el brazo se trae a un grupo de niños escapados de un orfanato.

Como dije, trama digna de lacrimógeno melodrama televisivo. Pero claro, si hablamos de Minetarō Mochizuki, el creador de Dragon Head, ya podemos dar por seguro que la historia no va a transcurrir por los márgenes habituales de la normalidad y que como mínimo tenemos garantizada una aproximación diferente, algo que ya queda reflejado en el aspecto físico de nuestro protagonista, una suerte de hipster barbudo japones, al que a penas le vemos la cara y cuyo comportamiento y decisiones aún son más enigmáticas que su aspecto.

Un manga que dentro de su singularidad se aproxima por momentos a la comedia sentitamental y que es sumamente cautivador en su propuesta y en su puesta en escena, con encuadres realmente extraños dentro de una narración convencional que ya son toda una seña de identidad del autor.

Gustará a los amantes de las historias que se salen de lo previsible y establecido y, por supuesto, a los que en su día disfrutaron con Dragon Head o MaiWai.

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