Presente en mente la inminente publicación del integral de Théodore Poussin, prevista por Planeta para el mes de Octubre, rescato del olvido esta obra de Frank Le Gall, acompañado en los guiones por su hermano Pierre.
No sería raro que el título, con esas referencias al negro, apoyado por una también muy negra puesta en escena gráfica, nos trajera a la mente directamente al maestro Franquin y sus Ideas Negras. Si bien podríamos afirmar que en el punto de partida pudiera haber ciertas similitudes, estas se acaban justo en ese punto.
Los hermanos Le Gall nos proponen su propia versión de esos cuentos negros. Pequeñas historias de una plancha que juguetean curiosamente con los límites del cómic. Páginas donde los diálogos brillan por su ausencia, el texto lleva el peso narrativo y la muerte es un personaje principal y omnipresente, todo ello apoyado por esa suerte de sombras chinescas que Frank Le Gall nos regala a modo de dibujo.
Unas historias que ganan según avanzamos en la lectura, puesto que sorprendentemente, personajes que parecían no tener más vida que la reservada a ese universo de una página por cuento, vuelven a resurgir para darle una extraña coherencia global a todos y cada uno de los 44 cuentos contados.
Unos cuentos que, a priori, no me atrevería a recomendar como lectura nocturna para tiernos infantes. Más bien, todo lo contrario. Si no queremos sumergirlos en pesarosas pesadillas, mejor apartar a los más pequeños de estas lecturas, reservándolas para mentes supuestamente más preparadas.
Una pequeña delicia que viene para demostrarnos que en Frank Le Gall hay vida más allá de su personaje insignia.
Por ahora, sólo disponible en francés.
No sería raro que el título, con esas referencias al negro, apoyado por una también muy negra puesta en escena gráfica, nos trajera a la mente directamente al maestro Franquin y sus Ideas Negras. Si bien podríamos afirmar que en el punto de partida pudiera haber ciertas similitudes, estas se acaban justo en ese punto.
Los hermanos Le Gall nos proponen su propia versión de esos cuentos negros. Pequeñas historias de una plancha que juguetean curiosamente con los límites del cómic. Páginas donde los diálogos brillan por su ausencia, el texto lleva el peso narrativo y la muerte es un personaje principal y omnipresente, todo ello apoyado por esa suerte de sombras chinescas que Frank Le Gall nos regala a modo de dibujo.
Unas historias que ganan según avanzamos en la lectura, puesto que sorprendentemente, personajes que parecían no tener más vida que la reservada a ese universo de una página por cuento, vuelven a resurgir para darle una extraña coherencia global a todos y cada uno de los 44 cuentos contados.
Unos cuentos que, a priori, no me atrevería a recomendar como lectura nocturna para tiernos infantes. Más bien, todo lo contrario. Si no queremos sumergirlos en pesarosas pesadillas, mejor apartar a los más pequeños de estas lecturas, reservándolas para mentes supuestamente más preparadas.
Una pequeña delicia que viene para demostrarnos que en Frank Le Gall hay vida más allá de su personaje insignia.
Por ahora, sólo disponible en francés.
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