De Berthet, a estas alturas, poco podemos descubrir. Profesionalismo, clasicismo y sobriedad narrativa es lo que tienes garantizado. Raule, por su parte, produce en el guión un producto comercial, al gusto del consumidor de este tipo de obras, pero a la vez, como quien no quiere la cosa, sabe aportar un toque de frescura a través de los diálogos, las referencias y de alguna que otra ambientación salida del conocimiento de la ciudad donde tiene lugar la trama.
Un tomo unitario que garantiza una lectura ágil y divertida sin muchas más complicaciones.
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