Tengo claro que lo inopinado de la lectura y la total falta de expectativas jugaron mucho a favor en el gran momento lector que me ha proporcionado este El ladrón de libros.
Una obra que juega la doble cara de relato de género negro y obra para la intelectualidad donde se da cuenta, o más bien se cuestiona, esa delicada línea que separa lo que consideramos arte y la impostura.
El París literario de los años 50, llenos de poetas en ciernes descubre a un nuevo aspirante que no es otro que nuestro protagonista, Daniel Brodin, voraz lector, ocasional ladrón de libros y gran impostor.
Tota y Van Hove hacen una descarnada descripción de los ambientes literarios y artísticos del momento y de paso nos dejan una reflexión sobre el proceso artístico en sí mismo y toda la parafernalia que lo rodea. Y lo hacen de la mejor manera posible, con una historia que engancha, unos personajes que por odiosos se acaban ganando nuestro corazón y por saber dotar al relato del preciso ritmo lector según la trama lo demande.
Una inesperada sorpresa que por derecho propio se coloca entre las lecturas destacables.
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