Creo que nunca habéis leído un cómic como este.
Cada cierto tiempo surge una obra llamada a cuestionar los límites que nos autoimponemos a la hora de pensar en el cómic y las formas narrativas que están al servicio de su lenguaje. Generalmente este tipo de trabajo se gana la etiqueta de vanguardista y exigente propuesta solo recomendable para gente del mundillo.
Pocas veces he descubierto una obra de este tipo que produzca un nivel de atrape lector tan grande como el que consigue Martin Panchaud con El color de las cosas.
Con un argumento que posiblemente no pasaría muchos de nuestros filtros de originalidad es en la parte narrativa y gráfica donde esta obra es un refrescante oasis. Optando por un punto de vista cenital y dándole el mayor protagonismo posible a elementos infográficos y a pictogramas ante nosotros se desarrolla esta extraña road movie criminal ambientada en la Inglaterra contemporánea.
Una obra extraordinariamente original, distinta pero a la vez muy cercana y que, para nada, se dirige a un pequeño grupo de elegidos lectores sino que su intención y su esencia es llegar a un lector generalista, un sector al que no tendrá mucho problema para conquistar debido a lo bien construido, entretenido y adictivo que es este trabajo.
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