Los seguidores de la serie El Escorpión, pueden descansar tranquilos. Marini está de vuelta en las estanterías con una nueva serie, pero con los mismos argumentos de siempre. Cómic de palomitas, con una relación perfecta entre calidad y entretenimiento y que nos da con creces lo que promete. Una hora de entretenida lectura, con una oferta gráfica extraordinaria y con las dosis de enganche necesarias para quedarnos con ganas de más.
Por supuesto, al igual que con su otra serie, el argumento de este tebeo no va a cambiar el mundo, ni va a producir una catarsis en el lector. Tampoco es lo pretendido. En esta ocasión se cambian los espadachines del XVIII por el imperio romano de las grandes conquistas. Dos hermanos que con distintos orígenes ven como su destino se une con un mismo objetivo.
Como siempre, la única pega, el formato europeo. Esa bonita costumbre de dividir las historias en 3 o 4 tomos y en las que tardas otros tantos años en saber que va a pasar. En fin, para eso tenemos el callo hecho.
Resumiendo, imprescindible para los seguidores de Marini y muy recomendable para todos aquellos que busquen unos minutos de evasión. Eso sí, sea como sea, no os dejéis llevar por la horrible portada. Por suerte, nada que ver con lo que nos ofrece el interior.
Por supuesto, al igual que con su otra serie, el argumento de este tebeo no va a cambiar el mundo, ni va a producir una catarsis en el lector. Tampoco es lo pretendido. En esta ocasión se cambian los espadachines del XVIII por el imperio romano de las grandes conquistas. Dos hermanos que con distintos orígenes ven como su destino se une con un mismo objetivo.
Como siempre, la única pega, el formato europeo. Esa bonita costumbre de dividir las historias en 3 o 4 tomos y en las que tardas otros tantos años en saber que va a pasar. En fin, para eso tenemos el callo hecho.
Resumiendo, imprescindible para los seguidores de Marini y muy recomendable para todos aquellos que busquen unos minutos de evasión. Eso sí, sea como sea, no os dejéis llevar por la horrible portada. Por suerte, nada que ver con lo que nos ofrece el interior.
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