jueves, mayo 20, 2010
Día de mercado
La belleza de la simplicidad. Historias que cuentan la historia. James Sturm, el padre de la trilogía americana, nos ofrece una nueva entrega de sus, cada vez más dilatadas en el tiempo, novelas gráficas.
Dejando a un lado las raíces de las sociedad norteamericana, tema que fue la base de sus anteriores trabajos, Sturm centra ahora la acción en un desconocido lugar del este de Europa, en un periodo de tiempo indeterminado (pero que bien podemos enmarcar entre finales del SXIX, principios del SXX) y en el marco de una comunidad judía, que tiene en su día de mercado la principal razón para ver y convivir con sus vecinos.
Un día en la vida de un joven artesano conocido como Mendleman, que lleva al mercado sus alfombras con el fin último de venderlas y de esta manera conseguir alimentar a su familia, inminentemente ampliada con la llegada de un hijo. Pero los tiempos no son los que eran, y en el mercado, la gente ya no compra como antes. El Sr Finkler, tendero y mecenas, se ha jubilado y ahora es su yerno el que dirige su negocio con mano de hierro. En los albores de la era industrial, lo artesanal queda desfasado. Ya no importa la calidad de los artículos que los artesanos llevan a su negocio. Lo importante es el precio.
Con ese estilo personal y propio, donde las cosas van pasando a su ritmo, sin urgencias innecesarias, Sturm, en apariencia nos describe ese día de mercado en la vida de Mendleman, o mejor dicho, quizá el día en que todo cambio en la vida de Mendleman. Pero bajo esta historia, sin mucho esfuerzo, podemos encontrar una metáfora sobre la vida del artista, siempre acorralado entre sus ansias creadoras y la dura realidad de la sociedad capitalista.
James Sturm se toma su tiempo y por el camino nos deleita con pequeños detalles que hacen todavía más hiriente esta dicotomía entre industria y arte. Pequeñas viñetas que captan perfectamente el momento creativo, la inspiración y la excelencia del artista y que no pueden producir en el lector otra sensación que esa cercana a lo que un artista puede sentir delante de su creación.
Un nuevo paso, firme y seguro, en la carrera que James Sturm mantiene con el objetivo de convertirse en el padre del GRAN cómic americano.
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